PIRA PAGANA - PIANOS EN LLAMAS

Dios: este año deseé muchas veces que un ejército de pianos marchitos envueltos en llamas cayera del cielo en una lluvia atroz que barriera la basura de las calles, los criminales, los mentirosos, los hipócritas, los enemigos, los vengativos; y que se llevara también a los justos, a los felices y a los enamorados, porque estos últimos no se merecían la tortura estar en un mundo en el cual sus ideales valían un higo disecado.

Por mucho tiempo yo quise que la gente corriera por la calle empanizada de fuego y que las cuerdas de los pianos que llovieran se rompieran en conjuntos estridentes contra los tejados, el asfalto, los automóviles.

Pero este nuevo año querré algo diferente. Me he dado cuenta, por razones demasiado complejas para explicar aquí, que el mundo me ha hechizado con una nueva belleza, y te he pedido tantas veces su destrucción, que ahora creo que tengo que convencerte que nos perdones.

Esta oración, Señor Yahvéh y Cristo McJoseph, la rezo con la alta voz de mis letras y es una enumeración de por qué vale la pena perdonar este planeta y sus habitantes. Dios, perdona un mundo en el que dos personan pueden sentarse a besarse por horas. En un mundo frívolo, beligerante y empobrecido, dos amantes todavía encuentran lugar. Sálvalo.

Perdona un mundo en el que un fotógrafo decide poner a un sujeto negro y rasurado de perfil a su cámara y luego colocar un tiburón frescamente muerto y mojado a lo largo de su espina dorsal para anunciar relojes deportivos. Sàlvalo.

Perdona un mundo en el que existe el idioma francés, Tom Waits, el vino, Seinfeld, el poema “Sino sangriento”, los videojuegos violentos, los robots, los cuadros de Frida Kahlo, la pierna de Santa Anna, El Quijote y los japoneses. Sálvalo.

Perdona mi mundo, lleno de maravillas, como el ornitorrinco, que tiene pelaje, pico de pájaro, pone huevos, amamanta a sus crías y tiene un aguijón con ponzoña. Lleno de maravillas como la jibia, que es un pulpito que cambia de color como un anuncio de Las Vegas. O como el pitohui, que es un pájaro de Nueva Guinea que tiene plumas venenosas.

Perdona un mundo en el cual aún puedo sentir un miedo sagrado al ver el rostro de mi amada dibujado entre mis pestañas en los sueños. Perdona a este mundo y a mi idioma, que puede reinventar en veintisiete letras las frases más nuevas y sorprendentes, los lances poéticos más sublimes y palabras más hirientes que tragarse un furioso puercoespín de acero.

Perdona a mi mujer que está ya, en el futuro, esperándome un día nublado en una casa de fachada blanca y un gato en la puerta. Salva sus rizos negros y sus ojos negros y salva todo lo negro, las alas de los cuervos, las encías de los lobos, las gotas de petróleo, porque lo negro es hermoso.

Este año que viene todos deberíamos hacer una lista de las cosas que pondríamos ante Dios para convencerlo de que el mundo vale la pena todavía. Yo le enseñaría cosas hermosas y terribles: las novelas de Paul Auster y Chuck Palahniuk, un puñado de las canas de mi madre y una caja llena a reventar de cachorros Boston Terrier y French Poodles pequeñitos.

Le enseñaría una guitarra y un pan recién horneado, una cigarra viva y un imán. Le haría ver la maravilla de la sangre en unas gotas obscuras de la yema de mis dedos, le pondría un telescopio apuntado a las montañas, una botella cerrada con el olor de la brisa del mar y le pondría enfrente una hamburguesa doble carne con tocino, champiñones, queso suizo y aderezo.

Queso. Pornografía. Bob Esponja. Cigarrillos. Chocolates. La película Fight Club. Todos los cuentos de Borges. Orgasmos. Bright Eyes. Zombies. El Club Chufa. Nick Cave y Ute Lemper. La noche. Amor. Sálvanos. Amén.

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