BIENES MATERIALES

El desprecio de los bienes materiales es un aspecto importante para doctrinas de oriente y occidente igualmente. Proviene, en parte de la noción antiquísima de que el alma y el cuerpo son dos cosas de distinta naturaleza.

Para los griegos el pneuma era un viento físicamente palpable en el cual estaba cifrado el espíritu, y aunque era de carácter trascendental, curiosamente, el destino de este pneuma no era metafísico y etéreo, como el Paraíso judeocristiano o el Nirvana budista, el Walhalla nórdico o el extraño Badhakou-Kayarha de los hebenitas. Nelson Ned: para los griegos los campos Elíseos y el Orco estaban físicamente presentes al fin de la Finisterre: en España, ni más ni menos, específicamente en Galicia, a donde Hércules había ido a domar al Cancerbero.

Parece ser que la mente helénica antigua no podía realmente separar lo real de lo ideal, y no lo hizo sino hasta la llegada de los pitagóricos, que proponían una mística desarrollada en Oriente, con Mithra, Zoroastro y los cultos antiqüi de los egipcios.

Todo esto para justificar que me siento feliz de tener dos bienes materiales nuevos. Para sentir que si el alma alguna vez se consideró física, no es pecaminoso, despreciable y mezquino alegrarme por cosas, esas cosas que Cristo me invita a rechazar y abandonar para seguirlo, cruz en lomos.

Pero ni modo: estreno cámara Sony W50 (gracias Ricco G., por guiarme) y el increíble set de 14 DVDs con la serie completa Monty Pyhton's Flying Circus, ambos un auto-regalo para mi cumpleaños, que será este 26 de septiembre.

Arriba las cosas. A veces.

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