PIRA PAGANA - LOS SANTOS INOCENTES DEL FIN DEL MUNDO


Con la publicación de esta Pira Pagana inicio la publicación de Piras que no tuve ocasión de publicar en este blog. Todos estos textos aparecieron en la sección dominical del periódico hermosillense El Imparcial.

La Pira que está a punto de no leer apareció pocos días después del tsunami que, literalmente, sacudió la Tierra de su eje. Disfruten.


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Originalmente publicado en El Imparcial el 9 de enero de 2005

Al parecer algunos muertos han vuelto a la vida en Asia. La reciente serie de sismos ha pasado una guadaña descomunal y arbitraria por las costas del Índico e Indonesia. Sus países pequeños, pobres y superpoblados —muertos en nuestra memoria— han renacido: finalmente recordamos que existe Birmania, que Malasia alberga los edificios más altos que existen y que Bangkok, en Tailandia, es la ciudad más calurosa del mundo.

Desde que era muy niño siempre tuve que forzarme a sentir piedad y compasión para con los muertos anónimos y numerosos de los terremotos, inundaciones y huracanes que segaban cientos o miles de vidas en el otro lado del planeta.

De alguna forma me las arreglé para olvidar a las dos mil personas que murieron en algún terremoto en Afganistán hace años, los cientos de colombianos muertos en un deslave de lodo o incluso la reciente —y perturbadoramente olvidada— destrucción del transbordador espacial Columbia.

Pero esta vez no es así. Es cada vez más y más incómodo no poder culpar a nadie de esto. Y cuando creímos tener la cifra completa más muertos salen desde el subsuelo y enseñan sus dientes de podre y dicen con la estridencia de su silencio: “aquí estamos”. Y son muchos como para hacernos de la vista gorda.

Los griegos pensaban que cuando el planeta pesaba demasiado a consecuencia de la sobrepoblación, Zeus diseñaba una guerra para aligerar su peso, o Poseidón sacudía la tierra y los mares y el efecto era como el de un perro sacándose las pulgas.

Existe una teoría que varias religiones orientales comparten: el mundo de los muertos ha estado recibiendo almas desde hace milenios y está a punto de llenarse. Cuando ya no haya más cupo, los muertos vagarán por la tierra, sin un lugar a dónde irse. Por alguna razón se me viene a la mente una especie de venganza ecológica de ultratumba.

Esta vez la Tierra literalmente se sacudió, se movió unos cuantos centímetros de su eje. Por supuesto, que el planeta se mueva por un terremoto que acaba con decenas de miles de vidas nos hace pensar en cosas grandes y en cosas definitivas: en el fin del mundo, por ejemplo.

Si describiéramos la escena en las playas de las Maldivas durante y después de las olas gigantescas, estaríamos ante los sueños poéticos de los profetas judíos de la antigüedad: un impresionante panorama de los días finales. La innegable verdad de que somos prescindibles y de que nuestros planes son polvo y son nada.

Hace diez años esperábamos con ansias pasar el umbral negro del año dos mil, el año marcado para que cosas grandes y catastróficas sucedieran. Por un momento sentimos colectivamente que el fin del mundo era un fin injusto para una histórica línea recta de perfeccionamiento y de progreso. Hace diez años no nos imaginábamos qué tan pronto estaríamos a mitad de la década del fin del mundo.

“Hemos sido malos” pensábamos hace diez años, con las Centurias de Nostradamus en la mano, “pero hemos aprendido de nuestros errores y el mundo no se merece un Apocalipsis repentino e imparable”. Pero aprender de nuestros errores no nos hace mejores: nos hace eficaces. Y ser eficaz no es necesariamente ser bueno.

Y además, la muerte masiva en Asia nos recuerda que nuestras habilidades, nuestros planes, nuestros deseos, la caridad, el amor, nuestros sueños, la esperanza, la voluntad y prácticamente todo lo bueno que el ser humano puede generar, importa un soberano pepino empanizado cuando el destino se nos pone en el camino y nos atraviesa como una ráfaga de rinocerontes en llamas.

El año 2005 estará forzosamente marcado con el amargo final del año anterior. Lo importante no es tanto sentir solidaridad por personas que no conocemos ni fingir que nos sentimos muy adoloridos por una tragedia que no nos tocó sino por televisión. Lo importante es aprovechar en verdad la muerte de las decenas de miles de hombres y mujeres sin rostro quemados en las piras altas del anonimato.

Porque la tragedia de los muertos es que no sirven para nada en un mundo en el que lo que no sirve para nada se olvida para siempre. Hagámoslos que sirvan para esto: este año nuevo propongámonos a conocernos, a ver por las noches, en nuestros sueños, los cuerpos hinchados y grises de los muertos de Asia caminando por las calles, y que nos recuerden todo el año lo que somos y a dónde vamos.

Porque si millares de muertos no nos recuerdan que nuestra vida es prescindible, frágil e inquietantemente transitoria, si no cobramos conciencia de que podemos hacernos polvo en cualquier momento, entonces no sé en qué otro idioma Dios nos puede lanzar sus gritos de aviso, sus desgarradores y violentos gritos de sombra.


Comentarios

  1. Oie Pacheco, si ta curado tu post pero a lo que voy, de tanto que mencionan al chingado Paul Auster y tanto que lo maman tu y los chufas ya me dieron ganas de leerlo, yo ni en el mundo lo hacia a ese cabron pero por las reseñas que he leido se ve chingon el wey, ahora, son algunos libros que estan como entrelazodos...... en que orden me sugieres que los lea??? digo, pa no andar valiendo verga al rato, o que sea mas a toda madre el impacto.

    Te agradeceria que me contestaras cabron, en serio, no seas puto.

    Saludos wey.

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