PIRA PAGANA - CARTA A FRANCIA


El Artículo 22 de la Constitución Mexicana prohíbe la pena de muerte a delincuentes políticos, pero la reserva para el traidor a la Patria, el parricida, homicida, plagiario, bandido o pirata.

El último mexicano fusilado fue convertido en queso suizo el 9 de agosto de 1961. El 15 de abril de 2004 el Senado de la República sugirió que se eliminara la parte del artículo constitucional que habla sobre la pena de muerte, pero esto no ha sido posible hasta hoy.

La única cosa que mantiene la pena capital en funcionamiento es un par de líneas en la Constitución de 1917. Curiosamente, muy pocos saben que la pena de muerte está vigente en México, pero yo sí sabía porque pienso mucho en la muerte y me pinto las uñas de negro, me pongo ropa de cuero y escucho rock gótico alemán.

Tengo un proyecto artístico.

Este proyecto es tanto de acción como de palabra: Incluye no solamente mi obra escrita, sino una serie de acciones que me garanticen que mi obra vaya acompañada con el ornato amanerado de mis actos.

Quiero, sencillamente, que me fusilen para ser un escritor famoso. Y para eso necesito traicionar a mi Patria: Y para traicionarla, qué mejor que hacer lo que ya funcionó en el pasado, cuando el partido conservador solicitó un gobernante europeo para México.

Maximiliano, Miramón y Mejía fueron sumamente fusilados. ¿Por qué yo no?

Esta carta a Francia (para ser más precisos la carta fue a México, a la Embajada francesa en la capital) fue efectivamente redactada y enviada por mí. La versión original en francés se encuentra en mi bitácora en línea, cuya dirección electrónica puede usted leer al final de este documento.


* * *

Al señor embajador Alain Le Gourriérec, Consulat Général de France à Mexico, Lafontaine 32, Col Polanco, 11560 México D.F., con copia para el señor embajador Pablo Latapí y Sarre, Ambassade du Mexique en France, 9 rue de Longchamp, 75116 Paris.

Distinguidos señores:

Con gran humildad me dirijo a usted para tratar un asunto de importancia capital para el futuro de nuestros dos países. Ya en el pasado hemos tenido rencillas y encuentros no muy amigables. Nuestro país le ha debido dinero al suyo y ustedes han querido quitarnos nuestra soberanía en varias ocasiones.

Pero hay que ser sinceros. No hemos usado nuestra soberanía tan bien como debiéramos y México está sumido en la pobreza, la contaminación y sobrepoblación. Una historia de décadas de corrupción e injusticia fueron sucedidas por un régimen idiota. Mi amor por mi patria me hacen actuar en sus mejores intereses.

Así que creo que lo que no hemos usado bien no habría por qué hacernos mucha falta en la ocasión de su ausencia total. Quiero decir, ya sin rodeos, esto: Este año hay elecciones presidenciales, pero ningún candidato da el ancho. México quiere un gobernante francés.

Le pedimos encarecidamente un duque, conde o príncipe francés que nos venga a gobernar con mano de hierro como en los viejos tiempos del régimen antiguo, cuando los hombres eran hombres, las mujeres sumisas y las palabras repletas de significado, así como un chorizo embutido está retacado de carne y especias.
Todo esto implica una serie de problemas no sólo para las leyes internacionales y las regulaciones internas y de soberanía de México y Francia, pero, indudablemente, la reinstauración de la monarquía y la Colonia traerá más cambios beneficiosos.

México podría beneficiarse de la inmensa cultura y tradiciones criollas que inevitablemente devendrán. Francia, igualmente, ampliará su espectro universalista al añadir a su múltiple cultura, la cultura mexicana de ultramar. Además, México podrá verse redimido de su conservadurismo religioso y resistencia al progreso después de pasar por la intelectual máquina del racionalismo francés.

Para el caso, por supuesto, Francia deberá reinstaurar la monarquía como en tiempos de Napoleón y las posteriores juntas. Y es que vamos a ser un poquito sinceros aquí, señor l’ambasadeur, y vamos a hablar un poco más casualmente, así como si estuviéramos los dos juntos bebiendo cerveza en un palenque, viendo a dos gallos matándose con sus picos duros y sus espolones guarnecidos de navajas.

A todos nos gusta el lujo versallesco, a todos los mexicanos nos parece más bonita una casa, una mujer, una canción, un poema, en la medida en que éste parezca más europeo. Por qué no decirlo. Seguramente nos gustará más un presidente en la medida en cuanto éste se parezca más a un francés.

Yo quiero tener ya un rey francés en México, aun cuando esto suene como “Un hombre lobo americano en Londres”. Yo quiero que nos obliguen a cantar la Marsellesa aunque nos prohíban los crucifijos en las escuelas. Quiero que cuando hable francés no me crean homosexual (no es que haya nada malo en serlo) y quiero comer crepas en el desayuno.

El Club Chufa y una gran mayoría del pueblo mexicano esperan la llegada de este monarca providencial. Las esperanzas de todo un pueblo oprimido por siglos de Gobierno mexicano están en vuestras manos. Viva la France!

Agréez, Monsieur l’ambasadour, l’assurance de mon dévouement respectueux.
Carlos Mal.

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