PIRA PAGANA - AL DIABLO EL DESIERTO

Publicada originalmente en El Imparcial el 27 de junio de 2004

La larga, aburrida, sobrevaluada, manierista y horrible película Lawrence de Arabia (1962), después de un número récord de sandeces por minuto, tiene un momento de verdad y genio cuando el príncipe Feisal, uno de los personajes principales, le aclara a un periodista norteamericano que los árabes, a pesar de lo que todos piensan, no aman el desierto.

Hay una actitud ridícula e hipócrita en los que viven en el desierto y dicen admirar su belleza. A todos nos gusta el agua y es una tendencia natural el querer sentirnos cómodos.

Cuando Adán fue expulsado del paraíso, no fue arrojado a la selva ni a las estepas, sino a la yerma. El desierto es una máquina meteorológica específicamente diseñada para acabar con la vida: Acaso el primer artefacto asesino diseñado por Dios. (El segundo fue una quijada de burro).

La tradición judía nos dice que los demonios habitan no en el infierno, sino en el desierto. Los habitantes del desierto (personas, animales, plantas) no lo aman: Lo resisten.

El clima desértico es el equivalente físico del destino. Inevitable y avasallador, se impone sobre nuestras actividades y las determina. No podemos separar el clima del resultado de nuestras acciones.

Es imposible amar el desierto: Amarlo es abrirle los brazos a la muerte. Quiero que los poetas, los autores de la horrenda poética del desierto pasen un sólo día sin enfriadores de aire, sin agua purificada con cubitos de hielo, sin un lugar dónde sentarse a la sombra. El desierto es sobre carestía y dolor, es una sinécdoque perfecta de la configuración del mundo entero.

Aunque tal vez el problema esté en los amantes de los exteriores, en los que pintan o compran paisajes o los que se gastan su dinero en decorar el ya desértico y muerto jardín como una réplica del desierto.

Deberían invertir ese dinero en un transplante de cerebro. Los poetas del desierto, en cambio, si tanto les gusta, deberían encerrarse en un camión de contrabando de ilegales en la frontera de los Estados Unidos. Debe ser hermoso morir entre los cactus en flor.

Feisal le dice al reportero, en los únicos diez segundos interesantes de “Lawrence de Arabia“: ¿Sabe? En verdad sí me gusta mucho el agua”.

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